martes, 6 de enero de 2015

Momentos felices







Momentos felices


 
Cuando llueve y reviso mis papeles, y acabo
tirando todo al fuego: poemas incompletos,
pagarés no pagados, cartas de amigos muertos,
fotografías, besos guardados en un libro,
renuncio al peso muerto de mi terco pasado,
soy fúlgido, engrandezco justo en cuanto me niego,
y así atizo las llamas, y salto la fogata,
y apenas si comprendo lo que al hacerlo siento,
¿no es la felicidad lo que me exalta?
Cuando salgo a la calle silbando alegremente
—el pitillo en los labios, el alma disponible—
y les hablo a los niños o me voy con las nubes,
mayo apunta y la brisa lo va todo ensanchando,
las muchachas estrenan sus escotes, sus brazos
desnudos y morenos, sus ojos asombrados,
y ríen ni ellas saben por qué sobreabundando,
salpican la alegría que así tiembla reciente,
¿no es la felicidad lo que se siente?
Cuando llega un amigo, la casa está vacía,
pero mi amada saca jamón, anchoas, queso,
aceitunas, percebes, dos botellas de blanco,
y yo asisto al milagro —sé que todo es fiado—,
y no quiero pensar si podremos pagarlo;
y cuando sin medida bebemos y charlamos,
y el amigo es dichoso, cree que somos dichosos,
y lo somos quizá burlando así la muerte,
¿no es la felicidad lo que trasciende?
Cuando me he despertado, permanezco tendido
con el balcón abierto. Y amanece: las aves
trinan su algarabía pagana lindamente:
y debo levantarme pero no me levanto;
y veo, boca arriba, reflejada en el techo
la ondulación del mar y el iris de su nácar,
y sigo allí tendido, y nada importa nada,
¿no aniquilo así el tiempo? ¿No me salvo del miedo?
¿No es la felicidad lo que amanece?
Cuando voy al mercado, miro los abridores
y, apretando los dientes, las redondas cerezas,
los higos rezumantes, las ciruelas caídas
del árbol de la vida, con pecado sin duda
pues que tanto me tientan. Y pregunto su precio,
regateo, consigo por fin una rebaja,
mas terminado el juego, pago el doble y es poco,
y abre la vendedora sus ojos asombrados,
¿no es la felicidad lo que allí brota?
Cuando puedo decir: el día ha terminado.
Y con el día digo su trajín, su comercio,
la busca del dinero, la lucha de los muertos.
Y cuando así cansado, manchado, llego a casa,
me siento en la penumbra y enchufo el tocadiscos,
y acuden Kachaturian, o Mozart, o Vivaldi,
y la música reina, vuelvo a sentirme limpio,
sencillamente limpio y pese a todo, indemne,
¿no es la felicidad lo que me envuelve?
Cuando tras dar mil vueltas a mis preocupaciones,
me acuerdo de un amigo, voy a verle, me dice:
«Estaba justamente pensando en ir a verte».
Y hablamos largamente, no de mis sinsabores,
pues él, aunque quisiera, no podría ayudarme,
sino de cómo van las cosas en Jordania,
de un libro de Neruda, de su sastre, del viento,
y al marcharme me siento consolado y tranquilo,
¿no es la felicidad lo que me vence?
Abrir nuestras ventanas; sentir el aire nuevo;
pasar por un camino que huele a madreselvas;
beber con un amigo; charlar o bien callarse;
sentir que el sentimiento de los otros es nuestro;
mirarme en unos ojos que nos miran sin mancha,
¿no es esto ser feliz pese a la muerte?
Vencido y traicionado, ver casi con cinismo
que no pueden quitarme nada más y que aún vivo,
¿no es la felicidad que no se vende?


Gabriel Celaya
No sabía como retomar el blog. Llevaba una hora pensando cuando decidí dejarlo para  mañana, por si mañana se me ocurría algo. ¡Qué triste pensar que no tienes nada que decir! Cogí un par de libros de la estantería, de cuando estudiaba en el instituto, e invitando a la memoria las clases de literatura española recordé al guipuzcoano Gabriel Celaya. 
Esa poesía que la profesora pasó por alto y nunca hizo hincapié en ella, tal vez no era de su gusto o no la consideraba importante pero que a mi, me encantó. Hace poco, seguramente en una noche como esta, en la que no sabes si leer, escuchar música o qué hacer, cogí este mismo libro. Tan sólo venía un poema tan breve que enseguida me entraron ganas de buscar por internet sobre Gabriel Celaya y su obra. Me picó la curiosidad.
Entre datos y poemas, y escritos y pensamientos que encontré interesantes está este poema. Sobre la felicidad. Sobre donde en el hoy por hoy está la felicidad. No en esa euforia desmedida, si no en el sentimiento constante de palpar lo que queremos y saber que está aquí con nosotros, y que debemos disfrutarlo mas.
Creo que es un buen comienzo en el blog, y un buen poema para la noche de hoy y clausurar así las Navidades de este año.

5 comentarios:

  1. No conocía este poema y he de decir que me ha encantado. Me alegro de leerte de nuevo.
    Abrazo!

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  2. hola zaida. bonito poema. la felicidad en las cosas pequeñas y cotidianas... te sigo a partir de ahora.

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  3. Estoy de acuerdo contigo, es muy bonito el poema pero no lo estoy en lo de "no tener nada que decir"¡seguro que tienes mucho! solo hay que darle salida Me alegra que hayas vuelto al blog ¡no lo dejes!

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  4. Una entrada preciosa.... a seguir escribiendo, porfa.

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  5. Me alegra haberos descubierto este poema. Tiene otros muy muy bonitos. No se en que mutación mental me encuentro pero estoy leyendo mucha poesía..

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